Los Embajadores by Henry James

Los Embajadores by Henry James

autor:Henry James [James, Henry]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2009-11-26T22:00:00+00:00


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Los embajadores

Henry James

No lo temo.

––¿Qué teme usted?

––Nada… por ahora. ––Y se arrellanó en la silla.

––Me encanta su «por ahora» ––dijo ella, riéndose de él.

––Bueno, se me ocurre precisamente en este momento que la he protegido a usted durante bastante tiempo. Sé ya, en cualquier caso, lo que quise decir con mis palabras; y, a decir verdad, lo sabía la noche de la cena de Chad.

––Entonces, ¿por qué no me lo dijo?

––Porque era difícil en aquel momento. Yo ya le había prestado un servicio entonces, en el sentido de lo que le había dicho cuando fui a verla; pero no estaba seguro de la importancia que pudiera tener.

La mujer estaba muy impaciente.

––¿Y ahora sí está seguro?

––Sí; y entiendo que, prácticamente, he hecho por usted, es decir, que había hecho por usted cuando me hizo la pregunta, todo cuanto está en mi mano. Y sé ahora––

prosiguióque la cuestión puede ir más allá de lo que pensaba. Lo que hice después de visitarla ––explicó–– fue escribir en seguida a la señora Newsome acerca de usted; espero que su respuesta me llegue uno de estos días. Es esta respuesta lo que me aclarará, según creo, el sentido de las consecuencias.

Hermoso y paciente fue el interés femenino.

––Entiendo… las consecuencias de haber intercedido por mí. ––Y esperó, como si no le estuviera acicateando.

El hombre lo admitió continuando en seguida.

––La cuestión era cómo la salvaría yo. Bueno, lo intenté diciéndole a ella que la considero a usted digna de ser salvada.

––Comprendo… comprendo. ––Y añadió con ansiedad––: ¿Cómo podría agradecérselo? ––Como él no pudo decírselo, la mujer añadió––: ¿De veras piensa usted así?

La única respuesta del hombre fue, al principio, servirle de la bandeja que acababan de poner ante ellos.

––Le he escrito otra carta desde entonces… le despejé todas las dudas respecto de lo que yo pensaba. Se lo conté todo sobre usted.

––Gracias… no era para tanto. «Todo sobre» mí ––añadió––, sí.

––Todo lo que a mi parecer ––dijo Strether–– ha hecho usted por él.

––Ah, pudo usted haber añadido todo lo que hay según mi parecer. ––La mujer volvió a reír, mientras tomaba el cuchillo y el tenedor, como si le regocijasen aquellas puntualizaciones––. Pero usted no está seguro de cómo se lo tomará.

––No. Y no fingiré que lo estoy.

––Voilà. ––Y dejó transcurrir unos momentos––. Me gustaría que me hablase de ella.

––Oh ––dijo Strether con sonrisa ligeramente tirante––, lo único que necesita saber usted es que es una persona extraordinaria.

Mme. de Vionnet pareció tener algo que objetar.

––¿Es eso todo lo que necesito saber de ella?

Pero Strether hizo caso omiso de la pregunta.

––¿No ha hablado Chad con usted?

––¿De su madre? Sí, mucho… muchísimo. Pero no desde el punto de vista de usted.



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